Estas técnicas posibilitan a los científicos saltarse la selección natural y la evolución, al intercambiar genes entre especies que normalmente no se cruzan. Una vez que estas nuevas especies hechas por el ser humano son liberadas al medio ambiente y a la cadena alimenticia, no hay manera de revertir la situación y no se conocen los efectos a largo plazo que estos cultivos producirán sobre los ecosistemas y la salud humana.
El desarrollo de la Ingeniería Genética a nivel agro-alimentarios, se está llevando a cabo en el mundo por pocas pero muy poderosas empresas biotecnológicas, cuya estrategia de penetración en los mercados es reemplazar los cultivos con semillas convencionalmente mejoradas por semillas transgénicas. Empresas orientadas por intereses de lucro y control de las semillas, empresas multinacionales como Monsanto que tiene el tiene el 80% del mercado de las plantas transgénicas, seguida por Aventis con el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%, BASF con el 5% y DuPont con el 3%. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
Aunque hay muchas plantas transgénicas, sólo unas pocas se cultivan. Las principales son la soja (61% del total de los cultivos transgénicos) ; el maíz (23%). El resto corresponde al algodón (11%) y a la canola (5%)
Casi dos tercios de los cultivos transgénicos que se producen en el mundo se encuentran en los Estados Unidos (59%). Aunque la superficie plantada de cultivos transgénicos en este país sigue creciendo, su proporción de la superficie mundial ha disminuido rápidamente, al haber incrementado Argentina (20%), Brasil (6%), Canadá (6%), China (5%), Paraguay (2%), y Sudáfrica (1%) sus plantaciones.
Así, los transgénicos se cultivan en 7 países industrializados (Estados Unidos, Canadá, Australia, España, Alemania, Rumania y Bulgaria) y en 11 países en desarrollo (Argentina, China, Sud Africa, México, Indonesia, Brasil, India, Paraguay, Uruguay, Colombia, Honduras y Filipinas).
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